Las historias
que contas,
que te escucho
en mis delirios.
Salvajes ilusiones
que místicamente
envuelven miedos
de perderte.
Son tesoros
que luego olvido,
y por las noches
vibran en círculo
tus brazos
largos y sanadores.
Remedio natural
el de tus besos
frente a las
mutaciones del Fenix.
Y la escucha
del crítico psicólogo,
que repite
y me repito
“la autoridad
está en el peso
que vos deposites
en aquél Ser.”
Con el dedo índice
hacia arriba
afirma que
“hay que trascender”.
Vaya a decirle eso
a Mariana Barre Calles,
ella dará cátedra
de hacer siempre
lo que se le cante.
No habrá templos
ni monos jamaiquinos
ni ángeles bebiendo coca
que le dicten
la voz del inconsciente
inspirador,
eufórico,
que empuje tus manos
arrastre la birome
y ame como te amo,
más que las prudentes
enseñanzas
de Mariana
Mariana Barre Calles.
Desempolva instantes,
extensas partículas
que encandila reyes
y curan vagabundos.
Roba tiempos
y vende relojes,
para luego rentar
su honestidad
a balas perdidas
en el bosque
de la gris ciudad.
Lugar de ensueño
del que escapo,
respirando agitada
y despierto,
contigo siempre
a mi lado.