Como el viento en el sur
vuela a cada momento,
parada en medio de la ciudad
siento correr el tiempo,
con la diferencia que
en mi seca y fría tierra
puedo gozar de su silencio.
Se encuentran espacios vírgenes
Atrapandote de forma tal
que no quieras irte,
aunque no cuente con su calafate
muchos anhelamos
volver a ver sus tardes,
con ese cielo azul puro
en degradé esfumando al amarillo.
En verano la noche escasea,
el sol casi no permite
que la luna se vea;
y cuando el invierno llega
es la blanca luz quien
de la ciudad se adueña.
Su gente parece conocerse mucho
a la vez que entre ellas
se perciben grandes muros,
muchos esconden
eso que todo el pueblo conoce;
tradición de campo desolado,
pocas palabras hay en su trato.
Cientos de kilómetros
se alcanzan a ver
sobre el horizonte,
cubiertos de mata negra
sobre su fino pasto amarillento,
acompañado de solitarios cables
colgados en alineados postes.
La vida allá es pacífica
no se sabe andar de prisas,
los pájaros cantan
sus alegrías
aleteando fuerte
posando a la luz
de cada día.
Las agujas
no corren a nadie
se vuelan
con las fuertes brisas del aire.
Lucha diaria
las bajas temperaturas
seguir con las tareas,
aprendiendo que el clima
es solo una simple variable
un perfume
de la vida en el sur.
Es ese lugar
donde me han criado.
Hace ya tres años
me mudé,
nunca pude dejar de extrañarlo
pasa el tiempo
y más valoro
añoro
todo lo que me enseñó
lo que me marcó
y me lleva siempre
a un bello
pasado.