Jardín de confesiones

El rocío lo despertó

un día que brillaba intenso el sol.

Nadie más estaba allí,

solo dos margaritas frente a sí.


No recordaba bien su edad,

sus arrugas transmitían soledad

y un número a su lado

le respondió setenta y seis años.


El aroma del piñonero

lo llevó a unos débiles recuerdos.

No captaba lo ocurrido

su plegaria agradeció estar vivo.


Reposó pausado sobre un cemento

a reflexionar por un momento,

deshilvanó sensaciones que su pecho

no liberaba sobre lo hecho.


Rápidamente en posición fetal,

su cuerpo en tensión quiso ocultar,

cuando su piel con descargas envió

arrepentimientos que lo sofocó.


¡Soy inocente! Tramposas políticas.

Son tan solo flashes, viajes solo de ida.

Coloridas mariposas escaparon

y al resto de los inmortales cegaron.


Sudor y temblor fuertemente tiran

ahogándose en sus ruidosas mentiras.

Entonces en sus ojos se refleja

una roja, blanca y verde bandera.


Inmerso de vergüenza en la sangre

su mente lo sacude cual calambre.

Entiende que su alma se disipa.

Las balas terminaron con su vida.

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